¿Socorro? ¡Me corro!

La mujer gritaba ¿socorro! y una vecina la escuchó clamar en el desierto y se apiadó de ella, se preocupó por ella, se alarmó, se descentró, supo que tenía que hacer algo para acabar con las llamadas de ¿socorro!, que se prolongaban más de la cuenta y, dicho y hecho: llamó al teléfono de emergencias, al 112. Y funcionó. Así es que ahí tienen ustedes a unos agentes de la Policía Municipal de Lorca, acompañados de unos bomberos del mismo lugar, llamando a la puerta del domicilio -¿en llamas?- de donde procedía la llamada de auxilio, el canto desesperado, el grito de ¿socorro, socorro! que puso en guardia a la buena vecina y al pie del cañón a los agentes del orden.

Y abrió la puerta un joven. Y al joven le explicaron la razón de la visita, los gritos de ¿socorro! que de allí procedían y el susto que tenía metido en el cuerpo la vecina. Y el joven se puso colorado, verde, amarillo y azul, porque en efecto en la casa se encontraba una mujer que gritaba, incluso que gritaba con ganas, que era su novia y con la que se encontraba jugando y no precisamente a la petanca. En resumen: que no gritaba ¿socorro!, sino ¿me corro, me corro! Que no pedía ayuda, o sea, sino que la dejarán en paz, entregada al placer, lejos del mundanal ruido, aprovechando bien y con salud la tarde.

Y se fueron los agentes del orden, eso sí sin verle la cara a la del grito de amor, que desde luego no es que sea la persona más original del mundo en sus exclamaciones; ni, desde luego, Marguerite Yourcenar.

Fuente: www.laverdad.es
Via: meneame.net

Sé el primero en valorar positivamente

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *